Introducción


Nuestras Sagradas Imágenes son lo más valioso que tenemos en la Hermandad, todas las actividades que se organizan en la misma están encaminadas a dar culto público a Dios y a transmitir a los hermanos y fieles Su Palabra.

Las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima de las Lágrimas, Nuestra Señora de los Remedios y San Juan Evangelista, son nuestro mejor vínculo con Cristo y su mensaje salvador.

 

Los Santos Padres encontraron en el misterio de Cristo Verbo encarnado, «imagen del Dios invisible» (Col 1,15), el fundamento del culto que se rinde a las imágenes sagradas: «ha sido la santa encarnación del Hijo de Dios la que ha inaugurado una nueva economía de las imágenes».

Según la enseñanza de la Iglesia, las imágenes sagradas son:

  • traducción iconográfica del mensaje evangélico, en el que imagen y palabra revelada se iluminan mutuamente; la tradición eclesial exige que las imágenes «estén de acuerdo con la letra del mensaje evangélico»;
  • signos santos, que como todos los signos litúrgicos, tienen a Cristo como último referente; las imágenes de los Santos, de hecho, «representan a Cristo, que es glorificado en ellos»;
  • memoria de los hermanos Santos «que continúan participando en la historia de la salvación del mundo y a los que estamos unidos, sobre todo en la celebración sacramental»;
  • ayuda en la oración: la contemplación de las imágenes sagradas facilita la súplica y mueve a dar gloria a Dios por los prodigios de gracia realizados en sus Santos;
  • estímulo para su imitación, porque «cuanto más frecuentemente se detienen los ojos en estas imágenes, tanto más se aviva y crece en quien lo contempla, el recuerdo y el deseo de los que allí están representados»; el fiel tiende a imprimir en su corazón lo que contempla con los ojos: una «imagen verdadera del hombre nuevo», transformado en Cristo mediante la acción del Espíritu y por la fidelidad a la propia vocación;
  • una forma de catequesis, puesto que «a través de la historia de los misterios de nuestra redención, expresada en las pinturas y de otras maneras, el pueblo es instruido y confirmado en la fe, recibiendo los medios para recordar y meditar asiduamente los artículos de fe».

Es necesario, sobre todo, que los fieles adviertan que el culto cristiano de las imágenes es algo que dice relación a otra realidad. La imagen no se venera por ella misma, sino por lo que representa. Por eso a las imágenes «se les debe tributar el honor y la veneración debida, no porque se crea que en ellas hay cierta divinidad o poder que justifique este culto o porque se deba pedir alguna cosa a estas imágenes o poner en ellas la confianza, como hacían antiguamente los paganos, que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se les tributa se refiere a las personas que representan»

Las imágenes sagradas, por su misma naturaleza, pertenecen tanto a la esfera de los signos sagrados como a la del arte. En estas, «que con frecuencia son obras de arte llenas de una intensa religiosidad, aparece el reflejo de la belleza que viene de Dios y a Dios conduce». Sin embargo, la función principal de la imagen sagrada no es procurar el deleite estético, sino introducir en el Misterio. A veces la dimensión estética se pone en primer lugar y la imagen resulta más un «tema», que un elemento transmisor de un mensaje espiritual.

(Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia, nº-238, 240, 243)